domingo, 18 de marzo de 2018

PRÓLOGO NECESARIO A 'MAJADEROS ILUSTRES. BIOGRAFÍAS CÓMICAS', de ENRIQUE GALLUD JARDIEL



Título: Majaderos ilustres. Biografías cómicas
Autor: Enrique Gallud Jardiel
Ediciones Azimut
Año de edición: 2015
210 páginas


Dijo Hegel —ese señor desconocido que parece que tiene la culpa de todo lo que le pasa al mundo— que lo que la historia nos enseña es que nunca aprendemos nada de la historia. Y así es. ¡Seamos sinceros, señores! ¡Dejémonos de mandangas! La historia es algo que nunca sucedió contado por uno que no estaba allí, por lo que lo único que nos queda son versiones inventadas, rumores y cotilleos.
¿Cómo venerar una cosa así? Hemos de perderle el respeto al pasado y yo empezaré a hacerlo con una frase lapidaria que espero que llegue a las antologías: «Si nuestro pasado no hubiese sido tan cochambroso, nuestro presente no sería tan pigre». Yo hubiera querido emplear palabras más sublimes para mi gran frase, pero la historia, tal y como la conocemos, ¡créanme, queridos lectores!, no se las merece.
La historia no es sino un compendio de porquerías: príncipes que apuñalan en el hígado a sus padres para ocupar su trono, ejércitos que les zurran de lo lindo a otros ejércitos por un quítame allá esas planicies, soldados blancos que esclavizan a negros, guerreros negros que se comen a blancos, casacas rojas que colonizan a indios, camisas marrones que invaden a vecinos, yihadistas verdes que atacan a occidentales, jemeres rojos que exterminan a compatriotas, kamikazes amarillos que se llevan por delante al que pillan, cascos azules que sacuden a todo quisque: toda una parafernalia de colores sangrientos. 

Y, junto a ello, los cotilleos secretos de los famosos, que es, en definitiva, lo que hace que la biografía sea un género que nunca se pasa de moda, porque a la gente le sigue gustando enterarse de los pormenores de la vida de los cretinos y goza leyendo los detalles inanes y las anécdotas estúpidas, como éstas que detallo a continuación:

  • Lord Byron tenía la cabeza muy grande, pero lo disimulaba con un peinado rarito.
  • Napoleón gastaba en casa zapatillas de lona.
  • A Alejandro Magno no le gustaba la sopa de fideos finos. Se la comía, pero no le gustaba.
  • Todos los amantes de Madame Du Barry eran zurdos.
  • Nicolás Salmerón, pese a las calumnias de sus enemigos monárquicos, nunca se tiñó el bigote.
  • John Ford no era tuerto: sólo se ponía el parche en el ojo para fardar.
  • Aunque presumía de que sí, Adolfo Hitler no sabía tocar el acordeón.
  • Diana de Poitiers hacía trampas cuando jugaba al parchís.
  • Moisés, cuando se cansaba de escribir la historia de su pueblo, le dictaba a su secretario, pero luego tenía que corregirle todas las comas.
  • La cuñada de Confucio le robó a su vecina un conejo con tres orejas que luego fue la admiración de su tiempo.
  • Walt Disney no está crionizado, porque no le llegó el presupuesto.
  • Pitágoras fue el inventor de las pinzas para tender la ropa, pero no se preocupó de hacerlo saber, porque las matemáticas le parecían más importantes.
  • Lorenzo de Medici estuvo en Mallorca de luna de miel, pero tuvo que interrumpirla para ocuparse de asuntos de estado.
  • Leibniz era un poco bizco, pero en cambio le salían riquísimos los bizcochos.         
               
Todo esto, como ven, no nos lleva a ningún lado.
 

            De ahí la necesidad de darle un repaso a la historia universal, como si le historia universal fuera una lección de matemáticas la noche antes de un examen. Por ello voy aquí a sacudir terremóticamente los pedestales de todas esas figuras que la tradición ha encumbrado como los hombres más destacados del pasado, haciendo uso de mis inconmensurables y enciclopédicos conocimientos históricos sobre todo lo acaecido desde la noche de los tiempos, empleando mi superior e inimitable estilo literario y haciendo gala de la gran modestia que me caracteriza. 
(N.B.—Como no es cosa de contarlo todo, porque entonces el libro sería muy gordo y costaría tanto que no lo compraría ni mi tía Charito, que me quiere un montón, me limitaré a dar unas cuantas pinceladas sobre cada uno de los biografiados, alternando los géneros empleados en pro de variedad).

            (OTRA NOTA.—No sé por qué es costumbre de que las notas explicativas vayan precedidas por las siglas N.B., que significan «Nota buena». Si pones una nota, es porque crees que es buena, si no, no la pondrías. Y si la nota es mala, es mucho mejor no ponerla en absoluto. ¿No les parece a ustedes?)

Enrique Gallud Jardiel