lunes, 7 de mayo de 2018

RESEÑA de EL HORROR ES MÍO (CUENTOS DE HUMOR Y PAVOR), de LOLA CLAVERO



Editorial Alhulia
Colección Crisálida, número 209
Año de edición: 2017
288 páginas
PVP: 14 euros

                Uno se adentra en las páginas de este libro, no sin las precauciones básicas que todo libro de terror requiere, pero entonces descubre que el horror anunciado en el título se refiere a algo mucho más sutil. Que nadie busque en esta obra criaturas antediluvianas o apariciones fantasmagóricas, que a mí, la verdad siempre me han inspirado una enorme ternura. No va por ahí la cosa, desde luego, puesto que lo que Lola Clavero nos ofrece en esta obra es un horror mucho más sutil. Es el horror nuestro de cada día. Es el espanto que descubrimos en las personas con las que nos cruzamos cada día, ateridas de inquietudes y soledad.

               De alguna manera el pavor que Lola retrata en esta antología de relatos se relaciona que el milenario horror vacui, que es un concepto acuñado para referirse a la angustia del pintor ante el lienzo vacío, lo cual puede aplicarse al estremecimiento del escritor ante la página por empezar y, por supuesto, al horror cotidiano que preside la vida en nuestros días. Es la desesperación ante el vacío existencial que preside las sociedades modernas. Algo que ya anticipó Edvard Munch en su célebre cuadro El grito, finalizado en 1893 y que ya anticipa todo el desarraigo vital que ha acompañado a la vida del ser humando durante todo el siglo XX, jalonado por espantosas guerras, deshumanizado en el arte, como ya desarrolló Ortega y Gasset, y que es extrapolable a nuestros días. El hombre solo ante su circunstancia, si utilizamos otro símil orteguiano, desvalido en un mundo que ha perdido sus raíces. Fantasmas del agobio.

                Por ello, los personajes que traza Lola en El horror es mío son como espectros devorados por sus propios espectros. Hay un pasaje en el relato “La segunda muerte de Federico”, que me parece tremendamente esclarecedor. Se especula en ese cuento sobre la posibilidad de que Federico García Lorca fuera llevado a Uruguay, donde permanecería escondido hasta que muriera por “segunda” y definitiva vez en 1953. Pues bien, durante su encierro tan solo recibe la visita de Dominguito, un niño que le lleva la comida y algo de conversación. Reflexiona así el chaval ante la imagen de Lorca: “Lo recuerdo con esa morenez ya empalidecida por el encierro, donde destacaban sus ojos que habían crecido en profundidad, y el batín de cuadros de eterno convaleciente del exilio que ya formaba parte de ese modo de estar y no estar en el mundo”. Pues bien, esa característica comparten todos los personajes de este libro de Lola: están y no están en el mundo, son como ectoplasmas de carne y hueso, hologramas que ocupan un espacio a su pesar.
                Así, en la misma página de la cita anterior, pocas líneas más abajo, Federico habla de sus compañeros de generación con estas palabras: “Ahora solo son sombras como yo que envejecen de tristeza en cualquier lugar del mundo”. Personas sombras, arcanos de una humanidad ya desaparecida.
          
      Y es que, si nos fijamos en los perfiles humanos que dibuja Lola en esta obra, comprobamos que no son ejemplos desmesurados o extravagantes, sino humanoides con los que nos cruzamos todos los días en la calle. ¿Quién no ha tenido una mala experiencia en las maratonianas celebraciones de la Nochevieja, según se relata en “Resaca de Fin de Año”? ¿Quién no ha mantenido una relación tensa con su madre, que constituye el tema de “Visita a mamá en el Día de Difuntos”? En este caso, sobre todo las chicas: los niños nos conformamos con el complejo de Edipo. Y así podríamos seguir. Pero Lola sabe insuflar a nuestros vecinos de cada día de una dimensión literaria.

                Lola mira a sus “criaturas” cara a cara. No describe la exégesis de ninguna, pues no se siente inferior a ellas. Pero tampoco se ceba en desmontarlas bajo el bisturí de lo grotesco. De hecho, si recordamos la célebre estructura tripartita de la historia de la literatura según Valle-Inclán, Lola se sitúa en el plano medio, cuando el autor se identifica con sus personajes y se disuelve en ellos.

               Lola no es una recién llegada a la literatura. Lola transpira creatividad, que le viene de su profunda formación académica y de su propio hacer literario, como columnista de periódico y como narradora infantil y para adultos. Lola lee a los contemporáneos, pero Lola ha leído a los clásicos, que ya es muchísimo más de lo que se puede afirmar de todo este aluvión de, digamos, escritores que nos anega en nuestros días.

                Por ello, cuando Lola estructura El horror es mío lo hace en seis bloques que hunden sus raíces en lo más granado de la cultura occidental durante milenios. Observamos así una serie de relatos bajo la advocación de la literatura, es decir, la fama y su persecución, que ya señalaron Platón y Jorge Manrique, por ejemplo, como antídotos de la caducidad. Vienen luego cuentos sobre el paso del tiempo, uno de los grandes tópicos universales. Continúan los viajes en los que siempre hay un cierto componente de utopía, el lugar al que nunca se llegará, pequeñas utopías de un fin de semana o poderosos anhelos de utopías personales. Siguen luego siete cuentos sobre el amor, donde creo apreciar un cierto influjo de Italo Calvino y sus Amores difíciles, si bien Lola ha manifestado que se acercarían más a Los amores ridículos, de Milan Kundera. La muerte constituye el eje del quinto bloque. Y, por fin, compuesto por un solo relato, pero uno de los mejores para mi gusto, concretamente “Un revés de la Fortuna”, cierra la antología el bloque dedicado a la fortuna, una angustia tan ancestral como la lectura del vuelo de las aves: el hado, el fatum.
  
              De manera que hemos mencionado la fama, el paso del tiempo, la utopía, el amor, la muerte y la fortuna como el prisma de seis caras en que se inscribe este libro de Lola Clavero y si eso es así, no es por casualidad: es porque Lola, ya lo hemos adelantado, respira literatura.

                Lola goza de un estilo personal y único perfectamente reconocible entre quienes hemos disfrutado ya de otros libros suyos. Y ese estilo se articula sobre tres ejes como las patas de un banco que nunca cojea: el afán literario, del que ya hemos tratado, la ironía y el cúmulo de sugerencias que jalonan sus páginas, cada uno de los cuales daría para un debate por sí mismo.
                Y si hemos tratado de la voluntad creativa de Lola, enumeremos ahora alguna de las sugerencias recién mencionadas, salpimentadas por la ironía en no pocas ocasiones:

Tanto los psicólogos como los pedagogos suelen ser muy tozudos y no admiten nunca su fracaso.

Resulta paradójico que todos los que estamos relacionados con el mundo de la lectura leamos tan poco.

Éramos como una familia bien avenida como hay pocas. La verdad que casi ninguna.

El amor es un ritual en el que nunca se trata tanto de ganar como de saber perder a favor del otro.

En los viajes te olvidas de las cosas, te las dejas porque, en el fondo, quieres desprenderte de ellas. De esas cosas que pertenecen a la persona que dejaste en casa y ya no eres tú.

Dos mujeres que huyen de la realidad, de sus treinta y seis años, de sí mismas y se buscan diferentes en otro contexto, como si pudieran diluir su identidad en el anonimato que garantiza un país extranjero.

¿por qué en el interior de cada humano habrá siempre un sótano lleno de cadáveres?

Aunque fuese un bohemio, le podía el natural de su ascendencia italiana. O sea, era un hippie, pero un hippie machista.

Nuestro deseo era igual, pero en ti era virtud y en mí pecado.

Dicen que lo peor que le puede ocurrir a una persona cuando tiene un sueño es que se cumpla y es cierto.

Las relaciones amorosas son un laberinto de sentimientos fallidos.

El deseo es el camino más corto para encandilar a un hombre, pero el más difícil cuando se busca un afecto sincero o verdadero.

Siento verdadera debilidad por los suicidios acuáticos.

Las alegrías extremas como las tristezas desgarradas me parecen un desorden terrible de las emociones. Solo me siento feliz en la más apacible tranquilidad, en la rutina.

La tranquilidad es el mejor de los estados, más que la alegría que desequilibra y da mucha ansiedad.

El éxito es una experiencia tan agotadora como el fracaso.

La felicidad es la falta de deseo.

Las cuatro últimas sugerencias, nada más lejos del verdadero concepto de la vida de Lola, de ahí la ironía, proceden de “Un revés de la Fortuna”, un cuento del que ya mencioné que nos brinda muchas opciones, y cuando se habla de que el deseo para uno es virtud y para otra pecado asistimos a un contraste, por desgracia aún vigente entre la doble vara de medir las pulsiones sexuales de hombres y mujeres. Tampoco quiero evitar la ocasión de manifestar mi discrepancia personal con la idea de que el anonimato que permiten los viajes diluye la personalidad, pues más bien creo que dicho anonimato en un contexto extraño favorece que mostremos nuestra identidad sin máscaras, pero esto no es más que una opinión personal: ya dije que cada sugerencia de Lola se presta a un debate profundo.



En definitiva, nos hallamos ante un libro que rezuma literatura, donde el talento de Lola Clavero ilumina sucesivamente, como si de un foco escénico se tratara, esas sombras viscosas que componen el devenir humano de nuestros días. Con ironía, pero también con infinita ternura, Lola permite a cada espectro brillar durante unas pocas páginas, concediéndole un instante de protagonismo sobre los demás fantasmas.

Francisco Javier Rodríguez Barranco

domingo, 29 de abril de 2018

'TRIFULCAS Y PELOTERAS', de ENRIQUE GALLUD JARDIEL



Recién publicado por Ediciones Azimut.

He aquí la sinopsis:


¡Sálvese quien pueda! Podría haberse elegido ese título, porque lo que este libro ofrece es la imagen de algunos grandes nombres de la Literatura, como Quevedo o Valle-Inclán, que fueron capaces de lo mejor y de lo peor. Veamos, por ejemplo, la empatía de Quevedo hacia Góngora:

Yo te untaré mis versos con tocino
porque no me los muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas, cual mozo de camino;

apenas hombre, sacerdote indino,
que aprendiste sin christus la cartilla;
hecho carnero en Córdoba y Sevilla,
y bufón en la Corte a lo divino.

¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?

No escribas versos más, por vida mía;
que aun aquesto de escribas se te pega,
pues tienes de sayón la rebeldía.

¿No se lo habíamos dicho?

El lector, por tanto, se encontrará en este libro con parodias eruditas, poemas y micropiezas teatrales de escritores y no escritores, todo ello con una exposición ingeniosa y ágil. Y es que Enrique Gallud Jardiel, fiel a su estilo humano y cómico, divulga entreteniendo, según preceptuaron los clásicos; puesto que también es fiel a la concepción del mundo de Gallud que el humor es el mejor antídoto contra todas las broncas: al fin y al cabo, nadie es capaz de pelearse en el clímax de una carcajada.



domingo, 18 de marzo de 2018

PRÓLOGO NECESARIO A 'MAJADEROS ILUSTRES. BIOGRAFÍAS CÓMICAS', de ENRIQUE GALLUD JARDIEL



Título: Majaderos ilustres. Biografías cómicas
Autor: Enrique Gallud Jardiel
Ediciones Azimut
Año de edición: 2015
210 páginas


Dijo Hegel —ese señor desconocido que parece que tiene la culpa de todo lo que le pasa al mundo— que lo que la historia nos enseña es que nunca aprendemos nada de la historia. Y así es. ¡Seamos sinceros, señores! ¡Dejémonos de mandangas! La historia es algo que nunca sucedió contado por uno que no estaba allí, por lo que lo único que nos queda son versiones inventadas, rumores y cotilleos.
¿Cómo venerar una cosa así? Hemos de perderle el respeto al pasado y yo empezaré a hacerlo con una frase lapidaria que espero que llegue a las antologías: «Si nuestro pasado no hubiese sido tan cochambroso, nuestro presente no sería tan pigre». Yo hubiera querido emplear palabras más sublimes para mi gran frase, pero la historia, tal y como la conocemos, ¡créanme, queridos lectores!, no se las merece.
La historia no es sino un compendio de porquerías: príncipes que apuñalan en el hígado a sus padres para ocupar su trono, ejércitos que les zurran de lo lindo a otros ejércitos por un quítame allá esas planicies, soldados blancos que esclavizan a negros, guerreros negros que se comen a blancos, casacas rojas que colonizan a indios, camisas marrones que invaden a vecinos, yihadistas verdes que atacan a occidentales, jemeres rojos que exterminan a compatriotas, kamikazes amarillos que se llevan por delante al que pillan, cascos azules que sacuden a todo quisque: toda una parafernalia de colores sangrientos. 

Y, junto a ello, los cotilleos secretos de los famosos, que es, en definitiva, lo que hace que la biografía sea un género que nunca se pasa de moda, porque a la gente le sigue gustando enterarse de los pormenores de la vida de los cretinos y goza leyendo los detalles inanes y las anécdotas estúpidas, como éstas que detallo a continuación:

  • Lord Byron tenía la cabeza muy grande, pero lo disimulaba con un peinado rarito.
  • Napoleón gastaba en casa zapatillas de lona.
  • A Alejandro Magno no le gustaba la sopa de fideos finos. Se la comía, pero no le gustaba.
  • Todos los amantes de Madame Du Barry eran zurdos.
  • Nicolás Salmerón, pese a las calumnias de sus enemigos monárquicos, nunca se tiñó el bigote.
  • John Ford no era tuerto: sólo se ponía el parche en el ojo para fardar.
  • Aunque presumía de que sí, Adolfo Hitler no sabía tocar el acordeón.
  • Diana de Poitiers hacía trampas cuando jugaba al parchís.
  • Moisés, cuando se cansaba de escribir la historia de su pueblo, le dictaba a su secretario, pero luego tenía que corregirle todas las comas.
  • La cuñada de Confucio le robó a su vecina un conejo con tres orejas que luego fue la admiración de su tiempo.
  • Walt Disney no está crionizado, porque no le llegó el presupuesto.
  • Pitágoras fue el inventor de las pinzas para tender la ropa, pero no se preocupó de hacerlo saber, porque las matemáticas le parecían más importantes.
  • Lorenzo de Medici estuvo en Mallorca de luna de miel, pero tuvo que interrumpirla para ocuparse de asuntos de estado.
  • Leibniz era un poco bizco, pero en cambio le salían riquísimos los bizcochos.         
               
Todo esto, como ven, no nos lleva a ningún lado.
 

            De ahí la necesidad de darle un repaso a la historia universal, como si le historia universal fuera una lección de matemáticas la noche antes de un examen. Por ello voy aquí a sacudir terremóticamente los pedestales de todas esas figuras que la tradición ha encumbrado como los hombres más destacados del pasado, haciendo uso de mis inconmensurables y enciclopédicos conocimientos históricos sobre todo lo acaecido desde la noche de los tiempos, empleando mi superior e inimitable estilo literario y haciendo gala de la gran modestia que me caracteriza. 
(N.B.—Como no es cosa de contarlo todo, porque entonces el libro sería muy gordo y costaría tanto que no lo compraría ni mi tía Charito, que me quiere un montón, me limitaré a dar unas cuantas pinceladas sobre cada uno de los biografiados, alternando los géneros empleados en pro de variedad).

            (OTRA NOTA.—No sé por qué es costumbre de que las notas explicativas vayan precedidas por las siglas N.B., que significan «Nota buena». Si pones una nota, es porque crees que es buena, si no, no la pondrías. Y si la nota es mala, es mucho mejor no ponerla en absoluto. ¿No les parece a ustedes?)

Enrique Gallud Jardiel

miércoles, 21 de febrero de 2018

EDICIONES AZIMUT RECUPERA LA TRADICIÓN ORIENTAL DE LOS CUENTOS ERÓTICOS



Vuelta y vuelta
por autores malagueños
Ediciones Azimut
Año de publicación: 2018
206 páginas
PVP: 15 euros


Tuvo lugar en la noche del lunes 19 de febrero en la tetería El harén, al calor de las danzas orientales de la escuela Esalim. Se trata de una antología de relatos eróticos publicada por el sello malagueño Ediciones Azimut

Ediciones Azimut nació hace poco más de tres años directamente inspirado por la tetería El harén de Málaga. De ahí toma el nombre para la colección Harén, dedicada a los textos eróticos.

Con tal motivo, anteayer asistimos al nacimiento del libro Vuelta y vuelta, una antología de relatos eróticos escritos por varios autores malagueños, en la propia tetería El harén. Se trataba, como decimos, de asistir al nacimiento o quizá bautismo —más bien civil— de dicho libro, más que de una presentación en sí y se hizo de esa manera aprovechando la actuación de danza del vientre en la tetería de la escuela de bailes orientales Esalim. No en vano, la foto de portada y de una de las solapas es de la directora de esta escuela bailando en la tetería El harén.

Por ello, se anunció al público asistente la existencia del libro y una parte de los autores, que se hallaban en la tetería, pudieron firmar y dedicar los textos a los lectores que se lo pidieron. Todo ello en un ambiente cargado de insinuaciones a la luz de las velas.

Considero que este conjunto de relatos se trata de piezas literarias, donde su componente sensual es un elemento más, valga la evidencia, sin tabúes ni dogmatismos. Por ello, en esta antología se aborda el sexo desde muy diferentes puntos de vista: relatos donde el erotismo es una pulsión de vida; otros en los que constituye un renacimiento de las ganas de vivir; el sexo como fantasía salpicada de humor no es ajeno a estas páginas, bajo el amparo en ocasiones de textos icónicos o destellos de la cultura pop contemporánea; hallaremos el erotismo como documento de nuestros días; asistiremos a las relaciones físicas con otras personas para mantener encendido el amor a nuestra pareja; e incluso las interacciones mutuas de Eros y Tánatos: sí, alguna concesión hay que hacer a don Sigmund.

Estimo también que pocas cosas hay más recomendables que el sexo disfrutado de manera saludable. Tampoco podemos entender los orígenes de la literatura castellana sin las narraciones eróticas, herederas directas de textos orientales como Las mil y una noches o El collar de la paloma, de Ibn Hazm, que inspiró nada menos que el Libro de buen amor, de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita. Todo ello, además del Decamerón y Los cuentos de Canterbury, como gloriosos ejemplos de la literatura europea.

Sin embargo, con Felipe II Castilla vivió una auténtica regresión moral, se convirtió en todo lo contrario que había sido hasta ese momento y así lo señaló Ortega y Gasset en España invertebrada. No en vano disponemos de un magnífico texto que ahonda en la intransigencia de la segunda mitad del siglo XVI en Castilla: El hereje, de Miguel Delibes, novela basada en un episodio real de la inquisición. Un fuego puritano que ha regresado con fuerza en nuestros días.

Por otro lado, en cuanto, a la propia esencia literaria, considero que el cuento no es una novela en pequeñito, una especie de muñoncito narrativo, sino que goza de características propias, una de ella es la intensidad, que aproxima los relatos breves a la poesía, más que a la novela. Intensidad, mucha y de la buena, hay desde luego en las páginas de Vuelta y vuelta.




Señalar que dentro de Ediciones Azimut, además de la obra que estamos comentando, se han publicado ya varias antologías de autores malagueños, de donde se infiere el amor  de este sello a la vida cultural de la ciudad del Paraíso. Por ejemplo: Quiénte escribía, Cervantes, dime quién era, alrededor de la figura del autor del Quijote; Cuentos marengos, que se inspira en el mar que acaricia Málaga; y Los hilos del tiempo, escrito exclusivamente por autoras, con sus tres fases de relatos inspirados en el pasado, el presente y el futuro.


Por orden alfabético, los autores que participan en este libro son: Mauricio Ciruelos, Lola Clavero, Ángel Domínguez, Guadalupe Eichelbaum, Carmen Enciso, Eloísa Navas, Gabriel Noguera, Loli Pérez González, Javier Rodríguez Barranco y José Luis Rosas G. Diez estilos diferentes para hablar de algo tan íntimo como las relaciones íntimas.

Ahora, a disfrutarlo.


Francisco Javier Rodríguez Barranco

















martes, 13 de febrero de 2018

NUNCA HE SIDO LA MUSA DE NADIE: LA CIUDAD COMO SÍNTOMA



PRÓLOGO DE LOLA CLAVERO

Nunca he sido la musa de nadie
Francisco Javier Rodríguez Barranco
Ediciones Azimut
Año 2017
176 páginas
15 euros

Ciriaco es un hermano de alma de los antihéroes que alumbró la novela del siglo XX; comparte con ellos la angustia y el estupor de vivir en una sociedad disparatada; en un espacio y un tiempo que no le pertenecen, más aún cuando le sorprende la llegada de otro siglo todavía más inestable que el propio siglo XX, el siglo XXI, donde se encuentra como un elefante en una cacharrería.

Asiste ajeno, por ejemplo, a la invasión de las nuevas tecnologías, ordenadores y móviles, que exigen la comunicación constante y urgente entre los seres humanos, no obstante, cada vez menos comunicados, y amenazan con distraerle de su eterno estado contemplativo. 

Su reino no es de este mundo, ni siquiera de esa ciudad que, como símbolo del cambio global, advierte de una amenazante transformación con sus obras interminables y el consecuente peligro que corren los críticos, los inadaptados, todos aquellos que no admitan el imperio de su nuevo Régimen que aplasta con sus intereses económicos pedestres el aliento lírico que se desperdiga como modo de rebeldía en grafitis por la ciudad.

 Ciriaco Medina ha sido un lobo estepario como el Harry Haller de Hermann Hesse y también el mismo Holden Caulfield de El guardián entre el centeno, un observador melancólico que creía poder refugiarse en su propia acedia, pero ahora sabe que como Josef K. podría ser la víctima propiciatoria de El proceso. La sociedad quiere personas normales y él es culpable de ser diferente. Esa diferencia es ya suficiente materia de peso para la condena.

Y el aviso de su propio final, su particular «hoja roja» llegará con la muerte súbita e inexplicable de su único amigo, Miguel Ejido, un indigente con presuntos delirios paranoides que barrunta una desgracia y unos ejecutores; «ellos».

Nadie lo cree y, sin embargo, Ciriaco sí, porque «ellos» tal vez no tienen un rostro y, no obstante, son la representación del poder que no tiene nombre y, pese a todo,  infalible y sin dejar nunca huellas.

Ciriaco, como Miguel, también es un desertor del sistema. Durante muchos años, renunciando a sus sueños de juventud,  ha conducido un autobús de la EMT sin mayores horizontes que un recorrido diario que le lleva de regreso indefectiblemente al punto de partida. Como para Leopold Bloom su travesía no fue más que perderse en el laberinto interior y circular de su ciudad, pero la prejubilación lo aparta de la obediente rutina y lo empuja a desempolvar su curiosidad soterrada para desentrañar los misterios que la ciudad esconde y ha pasado a ser un ciudadano incómodo, porque ha dado ese paso riesgoso con el que nos convertimos en El extranjero al atrevernos a mirar desde fuera y a saber más de lo que se permite.

Estudiante tardío de criminología e inspector pseudo-oficial, vive su pseudo oficio sin pasión ni placer pues ya por la fatalidad de su  fecha natalicia que conlleva su propio nombre ha nacido para el dolor. Ciriaco, bautizado como uno de los Mártires de Málaga y educado bajo las premisas judeocristianas, huye de la felicidad y cualquier momento de gozo lo hace sentir culpable. Busca aficiones rutinarias y solitarias como el coleccionismo de sellos y huye de cualquier festejo para organizarse excursiones a lugares anodinos que le permitan penar sin compañía, sin contemplaciones voluptuosas de la naturaleza y, en cierto modo, gozar con su poética del fracaso y se regodea en el fango críptico de sus consabidas sentencias: «Me considero un fraude de mí mismo», «Sólo me reconozco en mis errores».

Como contrapunto a Ciriaco, encontraremos el elemento positivo; Mercedes. Su vida está marcada también por el fracaso, aunque su fracaso se debe a causas externas. Ha sido víctima del maltrato machista de su padre y de su novio, pero conserva la esperanza como ese último bien que queda en el fondo de la caja de Pandora.

Mercedes necesita desesperadamente el afecto y no le importa mendigarlo, ya sea en los brazos de un novio hortera y adúltero –Darío– o en la ilusión de que Ciriaco la perciba por fin como mujer. Incluso procura buscar las circunstancias propicias para internarse en un hospital con tal de recibir las atenciones y el cariño que tanto le faltan.

Pero Mercedes, fuera de ese ámbito, está condenada a la indiferencia. Su novio, Darío, le hace el amor sin mirarla a los ojos y nunca la escucha cuando le habla y su amigo Ciriaco es incapaz de recordar su nombre y la llama indefectiblemente María Mercedes. Es consciente de no ser la musa de nadie, pero sabe que la alegría viene en momentos pequeñitos y con eso se va conformando.

En una estructura circular, la novela comienza con una cena entre Ciriaco y Mercedes y vuelve a ella al final de las páginas. Entre otras cosas, la situación servirá para refrendar la tesis de la imposibilidad de la pareja, que Javier Rodríguez Barranco ya había aventurado en su libro de relatos Los brazos de Venus.

Los personajes protagonistas de esta cena, que es el marco de la trama narrativa, cada cual en la burbuja de su propio fracaso existencial, en vez de dialogar sobreponen monólogos; monólogos explícitos y también interiores. Ciriaco sufre por lo que nunca hizo y por lo que cree que nunca más podrá hacer y Mercedes, aunque dolida por un pasado de agravios, aún cifra su esperanza en la compañía que pueden hacerse dos soledades reunidas –la suya y la de Ciriaco– y  se desespera por el poco talento que tiene su amigo para vivir el presente.

Pero el círculo, que podría cerrarse al final con la frustración inevitable, huye de la perfección como huye de la muerte y emplaza el desenlace a la ilusión de un futuro, cuando Ciriaco se decide por fin a emprender una aventura. Esta odisea significa la negación de una felicidad cómoda, pero resignada con Mercedes, aunque también la definitiva ruptura con su biografía circular en  la ciudad que como una planta carnívora amenaza con engullirlo.

Ciriaco comprende que esa ciudad, con cuyo nombre viene marcado hasta el apellido (Medina), ya no es la suya y lo expulsa, como a otros marginales, cuando empieza a comprender sus enigmas.

Su investigación en torno a la muerte de Miguel Ejido, el mendigo visionario, le hará sumergirse en una inquietante realidad paralela, la mendicidad; un submundo que también trató Juan Manuel de Prada en una novela muy reveladora para mí, La vida invisible, pero que Barranco con la mirada de Ciriaco, su alter ego, en mi opinión, aborda desde una perspectiva nueva, conforme a la temperatura de unos tiempos crueles, donde campa la aporofobia; el odio abierto a quien afea un sistema de supuesto progreso.
Ciriaco encontrará en esta incursión valleinclanesca, un inventario de criaturas preciosas que combinan la lucidez con el delirio. Asuntos muy compatibles si se deduce que una cosa es consecuencia de la otra. Entre todos ellos se nos destaca el nombre de Eulogio Fajardo con su discurso bien hablado como su nombre indica, pese a que la fragilidad de su memoria cambie de nombre a los lugares y a las personas. Se trata de un mendigo que pide limosna a la puerta del cine Alameda, pero, sobre todo, pregunta la hora. Su obsesión por el paso del tiempo adquiere los tintes del memorable tempvs fvgit horaciano también en el tono epistolar de sus misivas a Fabiano, que son, en mi opinión, uno de los fragmentos más poéticos y valiosos de esta novela. Quien sea admirador de la ínclita novela Juegos de la edad tardía, de Luis Landero, encontrará ahí un encanto irresistible, si bien en ellos impera el clasicismo en el mejor sentido de la palabra –aunque, ciertamente, no encuentro que en los clásicos pueda haber otro sentido si no es el mejor.

Resulta significativo que los demás mendigos interrogados por Ciriaco no tengan nombre, aunque sean reconocibles en la geografía cotidiana de nuestra ciudad malagueña. Criaturas con genio muy vivaz e ideas originales en materias de inventos, donde siempre hemos sido notables. Nuestra ciudad es la de muchos picassos puestos del revés.

Hay fronteras poco precisas entre el genio y el majarón, precisamente porque ambas cualidades son fruto de lo mismo.

En plan Unamuno, habría que preguntarse, si antes que mundializar Málaga, no habría que malagueñizar el mundo.

Ciriaco se lo ha propuesto y, aunque se vaya por un tiempo, volverá para reintentarlo.

Esta novela de Barranco nos anticipa el mejor de los sabores; el sabor de la esperanza.