miércoles, 8 de febrero de 2017

LA SEMILLA DE INSPIRACIÓN LLEGÓ EN UN TREN DE CERCANÍAS






 Reproducimos a continuación la intervención de María Teresa Morillas García durante el acto de presentación de la novela Eslabón de papel, de Guadalupe Eichelbaum, acaecida el 7 de febrero de 2017 en el Centro Andaluz de las Letras de Málaga.                       

En un tren de cercanías viaja una mujer. Este es uno más de los recorridos que realiza por su Buenos Aires natal, en un viaje del alma que posibilita el reencuentro con la ciudad y sus recuerdos. Un niño se acerca a ofrecerle un marcapáginas y ella, movida por la tristeza que supone ver a la infancia expuesta sin red a la vida, le da unas monedas. Diez años más tarde, la frase impresa en ese punto de lectura es rescatada, hace de semilla inspiradora y le mueve a escribir su quinta novela; la novela que hoy presentamos: Eslabón de papel. Publicada por Azimut Editorial y con ilustración de portada de Esther de la Cruz. En ella nos encontraremos con trece historias enlazadas por un nexo común, a través de las cuales Guadalupe Eichelbaum nos lanza una propuesta para realizar una inmersión. Ya les informo de que no será una inmersión cómoda, olvídense por el momento de bañadores tropicales y de utilizar unas simples gafas con tubo incorporado. Porque estamos invitados a bucear en aguas más frías y, por momentos, turbias, con el objetivo de familiarizarnos con la galería de personajes iceberg que en esta ocasión nos presenta.



Y los califico así, porque a Eichelbaum no le atrae en absoluto permanecer en la superficie para mostrar al lector esa primera capa visible en que lo evidente se narra y los protagonistas exponen una vida sin aristas, exenta de todo vértigo y carente de matices. Por ello, de forma valiente, Guadalupe sostiene desde la sencillez una narrativa que pone en evidencia la complejidad de la existencia humana hasta hacerla protagonista indiscutible; animándonos con su prosa sugerente a acompañarla y descender hasta esas siguientes capas veladas, para ser testigos silenciosos de lo que no desea ser mostrado. Dando paso al diálogo interno que sostienen estos personajes con la vida y con ellos mismos. Y por lo tanto colocándonos en un lugar privilegiado desde donde, con toda certeza, no podremos evitar tomar partido ante sus actos y decisiones. En este sentido una de las protagonistas de Eslabón sostiene: “Todos somos fiscales del prójimo y abogados defensores de nosotros mismos”.

 Guadalupe Eichelbaum tiene el acierto de presentarnos unas historias y  unos personajes anónimos muy cercanos. No son superhéroes, asesinos en serie, mutantes o profetas, y los conoceremos en diferentes etapas de sus vidas, espacios y tiempos. Así irán apareciendo uno a uno: la desequilibrada Baronesa, la inquietante sombra del señor Friedrich, Alejandra abriéndose al amor y al sexo, el anciano que decide huir tras un infortunio, Carla y su toma de decisiones, el señor Jones exprimiendo la vida, la niña reflexiva que no desea ser veleta, el conductor al cual se le abrirá una vieja herida; y gozaremos de algunos protagonistas más. Todos tan genuinos que difícilmente van a provocar nuestra indiferencia. Incluso nos serán tan familiares que acompañarlos en sus reflexiones más íntimas, tomar nota de sus contradicciones, habitar su locura, respirar con ellos la vulnerabilidad o el miedo, la ternura y el perdón, va a suponer un sano ejercicio de reencuentro con nuestra esencia y con el pulso de la vida. Además, la propuesta concreta de la autora es que realicemos este acercamiento en un momento crucial de quiebre en sus vidas. Por supuesto, el suspense en este thriller psicológico está garantizado.    

 A estos personajes los conoceremos leyendo La Isla del Tesoro de Stevenson, Frankenstein de Mary Shelley, Primera Memoria de Ana María Matute o La Bestia de Ally Keller, por citar alguno de estos libros. Es un circuito de lecturas que Guadalupe Eichelbaun nos deja de forma silenciosa, quizás como una pista interpretativa de historias dentro de historias y vidas que nos llevan a otras vidas. Y a todos ellos les une la posesión o el hallazgo del mismo punto de lectura con una frase de Emerson, la misma que ha sido semilla inspiradora para Guadalupe, que dice así: “lo que llamamos en otros pecado, consideramos en nosotros experiencia”. Frase provocadora de sentimientos tan dispares como la furia, la culpa o la indiferencia, y que incluso será simiente facilitadora de liberación para alguno de estos personajes.



 Porque aunque frágiles parecen los eslabones de papel, no olvidemos que llevan impresa la fuerza de las palabras, y estas son tremendamente poderosas y creadoras de nuevas realidades. Y es que, en efecto, otro de los grandes protagonistas de esta novela es, sin duda, el lenguaje. El lenguaje como constructor y  generador de  mundos.


 Porque si disertáramos sobre qué hace a la raza humana ser lo que es, si buscáramos la condición constitutiva primaria de los seres humanos; tras descartar al animal político de Aristóteles o el uso de herramientas propuesto por Carlyle, podríamos concluir que todo siempre ha apuntado en la misma dirección: los seres humanos somos seres racionales. Pero hoy día la biología, al frente entre otros de Humberto Maturana, sostiene que ante todo somos seres lingüísticos y nuestro hábitat son las palabras. Guadalupe Eichelbaum, como si estuviese en Eslabón de Papel realizando un experimento sobre la condición humana, y cada capítulo fuese un elaborado cuaderno de campo, confirma esta teoría. Con sencillez juega y danza abiertamente con la capacidad recursiva del lenguaje para dotar a sus personajes de historia y, a la vez, es muy consciente de que esos personajes son la propia historia.  Organizada alrededor de la tela de araña de sus discursos, de las declaraciones que realizan y por supuesto de los juicios maestros que les sostienen y los anclan para hacer de ellos las personas que son, definiendo y acotando sus actuaciones y acompañándolos en el fluctuar del devenir de la vida. Y los dota de una estructura de coherencia que los hace totalmente verosímiles, representando  una muestra muy interesante del individuo contemporáneo, de sus esfuerzos para abrir posibilidades de reconducir o reinventar sus vidas, dejando patente que somos una especie en continua transformación.




 Organizada alrededor de la tela de araña de sus discursos, de las declaraciones que realizan y por supuesto de los juicios maestros que les sostienen y los anclan para hacer de ellos las personas que son, definiendo y acotando sus actuaciones y acompañándolos en el fluctuar del devenir de la vida. Y los dota de una estructura de coherencia que los hace totalmente verosímiles, representando  una muestra muy interesante del individuo contemporáneo, de sus esfuerzos para abrir posibilidades de reconducir o reinventar sus vidas, dejando patente que somos una especie en continua transformación.

Por todo ello, aceptar la invitación de Guadalupe Eichelbaum supone bucear entre las páginas de Eslabón de Papel dejando atrás las aguas de la apariencia en una búsqueda continua de honestidad. Puesto que nos reta a una reflexión constante, en la cual los personajes hacen de espejo al mostrarse con intensidad y verdad. Convirtiendo en una aventura inquietante y bella el acercamiento a estas interpretaciones de la realidad que encierran. Abramos, pues, este regalo.



María Teresa Morillas García




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